Amigos por siempre
El paso del tiempo supone un avance en tu vida, vas dejando atrás situaciones amadas para poco a poco llegar a la decadencia. Es aquà donde me detendré para brindar tributo a un recuerdo que me ha marcado para siempre. Estás anécdotas representan la relación única que existe entre nosotros, qué aunque pasen los años seguimos unidos por un lazo que carece de estructura formal.
El primer dÃa
Desperté muy temprano y de un sólo jalón salà de la cama para llegar directo a los servicios higiénicos. Parado sobre dos piezas de ladrillo, mi madre me echaba agua utilizando champú [AGU] para cabeza y un para jabonar el cuerpo utilizaba trozo de jabón [Lagarto] mientras eso sucedÃa me repetirá constantemente que obedezca al profesor, que no ensucie el "uniforme" y que anote todo en mi cuaderno.
Con mucho entusiasmo me vestÃan con un pantalón gris, una camisa blanca y unas medias negras (La ropa nueva y planchada me generaba una alegrÃa inmensa) finalmente unos zapatos que hasta hace dos semanas eran marrones, pero que luego un zapatero los reconvirtió al color negro reglamentario para ese entonces.
En una mochilita casi nueva, ya tenia preparado dos cuadernos tripe-raya, un lápiz mongol y un borrador de color blanco. Mi amorosa madre paso toda la noche anterior forrando los cuadernos y dejando todo listo para mi debut en esta nueva etapa de mi vida.
Antes de salir para el trabajo, mi padre paso por mi lado y me miro con alegrÃa y decÃa: "Valla hijo, pórtese bien y haga caso al profesor" su mano reposo sobre mi cabeza y con un beso en los labios se despidió de mi madre.
Antes de partir me entregaron una caja de plástico con broches en cada extremo y un aza sobre ella. Era mi "loncherita" y en su interior una galleta, un plátano y una botella con agua de gelatina.
Ya de la mano de mi madre iniciamos la marcha con destino a la gloriosa "Nuestra Señora de Guadalupe - 15513" pero para aquel entonces era conocida como "la 13" otros más avezados le decÃan "El arca de Noe" porque casi toda su infraestructura era de madera.
En el camino nos encontramos con una vecina y de inmediato le pregunto sobre el profesor que tenÃa asignado para mi primer dÃa de clases. Mi mamá muy risueña le respondió que fui programado para el aula del profesor "Raymundo". La señora se detuvo, tomo su mano y exclamo: "Mujer, ese profesor es bien malo... hace poco mi sobrino fue llevado al hospital porque ese salvaje casi le arranca la oreja" Sin medir las consecuencias, aquella mujer me arranco la alegrÃa y me provocó un terror enorme a pocos minutos iniciar las clases.
Llegamos al aula y en la puerta nos esperaba un tipo trigueño, un poco subido de peso, vestido con una camisa guayabera de color blanco y zapatos de charol. Era la primera vez que veÃa a una persona sonreÃr con un diente de oro. Muy amable se mostraba con los padres y a nosotros nos recibÃa con una apretón de manos y nos invitaba a tomar asiento.
Muy temeroso me senté en una de las carpetas del salón, mire al frente y una "pizarra de madera" de color verde ocupaba gran espacio de la pared; A lado izquierdo habÃa un escritorio y se notaban cajas de tizas, una mota de trapo y un folder que luego utilizó el maestro para tomar lista de los alumnos de su clase.
Mire a mi alrededor y todos eran chiquillos (churres) que aparte de la edad, tenÃamos en común el temor quedarnos solos con el profesor Raymundo. Un niño (Roque) que su cabello cubrÃa sus ojos me señalo, cerró un puño y lo golpeo contra la palma de su otra mano y para terminar, me hizo la señal de cortarme el cuello. Un poco más atrás noté a un morenito un poquito gordito (Wilmer) que hablaba y reÃa con una niña (su prima Karina) Mi recorrido visual seguÃa e identifique a un flaco (Juan) llegando a la carpeta de otro niño (Darwin) y luego se les juntó (Donny) que todos lo confundÃan como Danny.
Mi primer contacto con un compañerito fue con Juan Falla (su abuela vivÃa cerca a mi casa) y luego se juntó una chinita (Carmen Rosa) y una gordita sonriente (Paola) que luego convocó a una tercera (Daphne) y poco a poco el aula se convirtió en una conjunción de sonidos diversos. Los cuales acabaron con el golpe fuerte y seco que generó el profesor al cerrar la puerta. Inmediatamente levantó la voz con su ¡Silencio en la Sala!
Raymundo sacó de uno de los cajones un listón de madera (la paleta) que tenÃa casi la figura de un cucharón de cocina, pero mucho más grueso de lo normal. Lo dejó sobre el escritorio e inicio a tomar lista de asistencia. A todos nos reconocÃa por nuestros apellidos paternos y nuestro primer nombre. fui memorizando nombres como: Diana Nole, Julissa Arizmendi, Angelica Sernaqué, Johana Benites, Lorena Guerrero, Willy Zapata, Juan Chuna y otros más.
Pero quien se robaba la mirada de todos, era [Panchito] el ùnico niño blanco del aula, con sus pecas en el rostro, con sus manitos delicadas y su andar de niño mimado. ParecÃa un personaje de la serie "Carrusel de Niños"... Creo que junto a [Charito] eran los alumnos mà s dulces y tiernos del salòn.
Chocolate caliente
Poco a poco fuimos creando lazos de amistad y respeto entre nosotros. Entendimos que el profesor era un tipo muy estricto con las normas de conducta dentro de su clase. Mientras el profesor prestaba sus oficios de educador, nosotros mantenÃamos silencio y atenciòn a la clase. ExistÃa mucha participaciòna los dictados de la clase de lenguaje y los ejercicios de matemática se resolvÃan en la pizarra. Posterior a ello siempre se asignaba a un par de alumnos para que sacudan las motas (luego la cal nos dejaba el uniforme sucio)
Utilizabamos la hora del [Recreo] para salir todos a divertirnos. Pero aquel dÃa la cosa tenÃa algo de especial. Los alumnos de otro salón nos retaron a un partido de fútbol y eso nos motivó para asignar a los mejores "peloteros del aula" y asà puedan defender nuestra aula. Corriendo detrás de una pelota de cuero, sin importar que la tierra y arcilla que dejaba completamente sucio nuestros uniformes - la batalla daba inicio.
Pero los churres del otro equipo no estaban preparados para nuestra arma secreta. Nosotros tenÃamos al cojo [Sanz] un flaco que sin importar sus limitaciones, tenÃa mucha garra y pundonor para jugar a la pelota. Fue asà que producto de un golpe desleal, se armó una gresca donde golpes entre unos y otros sin medir las consecuencias que esto llevarÃa.
Luego todos fuimos a dar a la Dirección, donde la maestra [Quinde] nos miraba fijamente y con ello despertaba el terror de ser expulsados del colegio. La cosa pintaba para feo, porque ya esto implicaba que nuestros padres deban intervenir.
Llegó Raymundo y paso directo a la oficina de la directora, visiblemente molesto que no cruzó mira para con ninguno de sus pequeños saltamontes. Terminada su reunión, el profesor salió y nos ordenó que lo acompañemos al aula de clases para continuar con nuestra currÃcula. Todos obedecimos sin dudas, ni murmuraciones. En el trayecto al salón se pudo ver que las chicas estaban en la puerta a la espera de nuestra llegada (Creo que ellas ya sabÃan lo que nos esperaba).
Antes de ingresar Raymundo nos detuvo, se dirigió a su escritorio y sacó su arma letal [La paleta] Captó la atención de todos y sentenció que nuestro castigo por esta grave falta eran dos (palmazos) uno para cada mano. Su condiciones finales eran que nadie tenÃa permitido llorar por este castigo y si ello sucedÃa, la sesión se repetÃa en las piernas. La sentencia estaba dada y nadie tenÃa derecho a rebatir.
Los primeros en pasar fueron: Roque, Guido, Sanz, Juan Enrique, Willy y Wagner. El golpe era seco y certero a las manos de mis indefensos amigos. Cada alumno que pasaba llevaba sus manos al rostro y juntando los labios soplaban para calmar un poco el dolor. En las primeras carpetas, nuestra amiga Nicha [Elizabeth] cruzada sus manos y con la cabeza gacha no se atrevÃa a ver el castigo. Pero por cada golpe ejecutado se notaba que su cuerpo saltar de miedo.
Delante mÃo ya estaba [Panchito] tembloroso y asustado recibió su castigo y aunque todos temÃamos que en cualquier momento iba a llorar, no llego a pasar. Pude ver que [Janina] y [Gloria] le daban ánimos para que calme el dolor. Llegó mi turno, respire profundo u contuve la respiración. Levanté mi mano derecha a la altura de mis hombros y de un solo tiro llegó el golpe a mi mano. Lo mismo se replico con mi mano izquierda. Adolorido llegue a mi carpeta. la respiración agitada y los ojos cerrados para de alguna manera calmar el dolor. [Anel] y [Paola] me consolaban y con sus cuadernos trataban de dar ventilación a mis manos.
El resto de la clase fue silencio absoluto, a la espera del timbre de la salida. Cuando esté momento llegó todos nos juntamos para llorar en conjunto. Abrazados y llorosos aquellos chiquillos se consolaron y comprendieron que Raymundo era bravo y no se andaba con rodeos. Claro que es importante resaltar que el profe era un buen tipo, tenÃa buena metodologÃa de estudios, pero si era muy estricto con la disciplina dentro y fuera de clase.
Gracias por todo maestro!!
5 Comentarios
Espero sea de tu agrado el relato.
Julio César, impresionante tu memoria al recordar tantos nombres!
Lo agrio aquà fue ese profesor, nunca he estado ni estaré de acuerdo en violencia fÃsica para reprender.
Creo que le sigues haciendo algunos cambios y mejoras a tu blog y de verdad que la visita se hace mucho más agradable.
Muchos saludos!
Muchas gracias por tus comentarios... Siempre que escribo trato de generar un poco de expectativa que sea de tu agrado. espero seguir mejorando siguiendo tus consejos.
Saludos